sábado, 10 de abril de 2004

Viviendo la cuaresma

Hemos comenzado el tiempo de cuaresma. Es un tiempo propicio para la penitencia, purificación y conversión. Este tiempo no se puede tomar como un tiempo más que pasa cada año, sino que debe ser un entrar y profundizar en nuestro interior y descubrir el mal que hay en nosotros y apartarnos del pecado y volver al proyecto que Dios tiene sobre nosotros.

Nuestra meta es conformarnos con Cristo, nos lo dice S. Pablo"No soy yo quien vive en mí, es Cristo quién vive en mí". S. Pablo fué perseguidor de la primitiva iglesia hasta que el Señor salió a su encuentro. Porque la iniciativa en el amor la lleva siempre Él. El amor de Dios es un amor infinito que se preocupa de cada uno de nosotros, aunque estemos lejos de Él.

Hay muchas imágenes y parábolas sobre el amor de Dios, pero hay una, que sobresale sobre todas las demás: la parábola del hijo pródigo. En ella vemos como el padre, sale cada día al camino para ver si regresa, el hijo que se alejó para vivir su propia vida, pero el padre espera siempre su regreso y, cuando regresa apenas le deja hablar al hijo, le llena de abrazos y besos y le prepara una fiesta.

La alegría del padre por el regreso del hijo es inmensa. Nuestra respuesta de amor a Dios debe ser una respuesta de correspondencia a su amor, sirviendo al Señor, siendo consciente de nuestra debilidad y miseria y con la gran confianza de que el Señor siempre nos espera para perdonarnos y comenzar de nuevo.

Que en este tiempo de cuaresma y Semana Santa, seamos capaces de alimentar nuestro compromiso con el Señor, demostrándole con nuestro amor, que a pesar de la dificultad, el deseo y el amor a su persona este por encima de todo, que haremos todo lo posible por mantener nuestra fidelidad al Señor en el compromiso adquirido por Él.