domingo, 3 de agosto de 2008

Los cinco minutos de San Francisco

En Greccio vivía un hombre llamado Juan, de buena reputación y nivel social, a quien Francisco quería mucho porque, siendo de familia noble y muy honorable, despreciaba la nobleza de la sangre y aspiraba a la nobleza de espíritu. Unos quince días antes de Navidad del Señor, Francisco lo llamó, como hacía con frecuencia y le dijó: Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir alla y prepara rapidamente lo que te voy a indicar.

Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su fragilidad de niño, como fué acostado en un pesebre, colocado sobre el heno entre el buey y el asno. El hombre bueno y fiel, al oír esto, salió inmediatamente y preparó un lugar apropiado copmo lo había indicado San Francisco.

LLegó el día, día de alegría, de fiesta. Invitaron a hermanos de muchos lugares, hombres y mujeres de la comarca, llenos de alegría, prepararon según sus posibilidades, cirios, y antorchas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años de la historia.

Llegó al fin Francisco y, viendo que todo estaba preparado , las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y el asno.........Allí la simplicidad es honrada, la pobreza es enaltecida, se valora la humildad, y Greccio se convuerte en un nuevo Belén. LLega la gente y ante el nuevo misterio, todos se alegran.

Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. Francisco esta de pie ante el pesebre, lleno de piedad, desbordante de alegría . Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote experimenta una consolación como núnca antes le había sucedido.

Francisco viste los ornamentos de diacono, porque lo era, y con voz sonora canta el Evangelio. Invita a yodos a pensar en el Cielo y al nacimiento del Rey pobre