martes, 23 de septiembre de 2008

Formación de los Cruse

Empezamos este curso recordando lo ya aprendido; son las pautas a seguir que nos expone el siguiente artículo de nuestros Estatutos:



Art. 16: Los CRU SE, hecha la Consagración deben continuar su formación durante toda su vida, (Formación Permanente) a fin de que el seguimiento de Cristo sea cada día y en todo tiempo y lugar más adecuado y seguro; la vivencia de la Consagración sea más gozosa y contagiante, y su misión en la Iglesia, en la sociedad y en la OFS. cumplida y eficaz.


Si el seguimiento de Cristo queremos que sea real, no se puede apagar en nosotros el ansia de su conocimiento, éste nos llevará a descubrirle cada día más y más desde la lectura, sobre todo evangélica, la oración asidua hasta darle alcance; aprenderemos por este medio las cosas que deberemos dejar para conseguir que Cristo tenga un lugar preferente en nuestras vidas.

La Regla en el nº 5 nos dice donde buscarlo: busquen la persona viviente y operante de Cristo, en los hermanos, en la Sagrada Escritura, en la Iglesia y en las acciones litúrgicas…


Entonces, sí será nuestra Consagración gozosa y contagiante y nadie nos quitará la verdadera alegría de la que habla S. Francisco, que brotará en lo más íntimo de nuestro ser, pese a las dificultades que suframos. Alegría contagiante, uno de los mejores discursos persuasivos.

Esta alegría, no lo olvidemos, da energía y valor para afrontar servicios, quizás también activos en la Iglesia, en la OFS. pues muchas veces nos escudamos en: “yo no puedo, yo no valgo” claro que si contamos sólo con nosotros, se entiende esta posición.


No olvidemos de contagiar esta nuestra alegría, a nuestros hermanos de la OFS. y de la sociedad a veces tan tristes y distraídos en no se cuantas cosas que pesan tanto, y dejan tan grandes desalientos.

Hay que conquistar la verdadera alegría que inundó a nuestro padre, cuando después de vaciarse de sus asuntos, le llenó el Señor de gozo, y toda su alma y cuerpo explosionó en cantos de alabanzas al Creador.


Después de él, han pasado ya muchos Franciscos henchidos de la gran fiesta de la alabanza desbordante que brota del alma enamorada a lo seráfico.

Ahora nos toca a nosotros llevar la antorcha del conocimiento de la belleza de Dios el Sumo Bien, el único bien que no termina, para seguir ese canto de alabanza.