miércoles, 11 de marzo de 2009

Ser consagrado en los cruzados seráficos



La Consagración a Dios, por medio de los votos de Pobreza, Obediencia y Castidad, es la base principal de la entrega total de los hermanos Cru Se, para construir el Reino de Dios, desde una perspectiva cristiana-franciscana.

La consagración nace de Dios, es Él quien nos llama para ser sus hijos e hijos obedientes por el reino fraternal, hijos obedientes para hacer el bien y enriquecer al mundo en que vivimos del Sumo Bien, de sus bienes y sus dones.

Es Dios quien nos llama, es Él el que tiene la iniciativa de salir a nuestro encuentro y nos llama para ser testigo fiel de su Amor y de su gracia, viviendo como hermanos franciscanos.La Consagración a Dios, implica una respuesta serena y comprometida de nuestra parte, una respuesta que puede estar llena de dudas y coraje, de miedo y esperanzas, de tensión y decisión, pero, lo más bello de la respuesta es el Sí, que nace desde la libertad y la propia comprensión que con-lleva esa respuesta, comprensión que nos anima a ver los signos de los tiempos, desafiante y lleno de obstáculos, pero, con los ojos de Dios, el desafío es apasionante, nos consagra a transformar en el propio arte de la luz divina, mundo que nos desafía y nos lleva a enaltecer al otro mundo, que es el propio Reino de Dios, que es Amor y Fraternidad, realidad inquietante del ser Franciscano, en todos los tiempos, desde el pobre de Asís.

Dios nos llama y nos consagra para ser testigos de su Amor entre hermanos, testigo de la experiencia salvadora, de la minoridad y de la hermandad cósmica. Llamados a construir una sociedad transparente entre hermanos que se aman y se respetan, tolerantes, con miras de la propia alteridad social-humano.

El Sí, expresa la entrega total del hombre y, asume sus consecuencias, se transforman en un puro don, resultado de la interrelación con Dios, mutuo amor, comunicación de responsabilidad y proyección redentora del mundo.

Desde la perspectiva cristiana-franciscana, Jesús es el ejemplo vivo de la vida consagrada. Jesús es el consagrado por el Padre, es el enviado del Padre y es el auténtico rostro misericordioso de Él. En Él, es en donde encontramos el sentido y respuesta del propio Sí.

Francisco de Asís, conoció a Jesús en la propia experiencia y noble humanidad de si mismo, y de la vida de Jesús, hizo su propio camino, viviendo como hermano menor entre los hermanos más menores, aquel o aquellos que vivían al margen de las murallas.

Hoy, nos toca vivir a nosotros las huellas de Jesús, a ejemplo de Francisco de Asís, descubrir siendo pobre, casto y obediente, la presencia de Dios en el mundo. Ser hermano es ser el quiere ser realmente hermano del otro, cuando descubre la presencia de Dios, en el otro, que puede estar muy próximo a ti, o, entonces, continúan fuera de las murallas.

Agustín Dominguez Sosa OFS
Las Palmas de Gran Canarias